1ª Carta de San Juan
La primera carta tiene un tono pastoral y reflexivo, invitando a los creyentes a vivir en comunión con Dios y entre ellos, con el amor como centro.
1. Dios es luz, y el creyente debe caminar en la luz.
«Este es el mensaje que hemos oído de él y os anunciamos: Dios es luz, y en él no hay tiniebla alguna.» (1 Juan 1:5)
Aquí, Juan establece que la esencia de Dios es la pureza y la verdad. Caminar en la luz no es solo un ideal, sino una forma de vida que busca reflejar esa pureza divina.
«Si decimos que tenemos comunión con él, pero andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad.» (1 Juan 1:6)
La fe no es solo palabras, sino hechos. Juan enfatiza que la relación con Dios exige coherencia entre lo que decimos y cómo vivimos.
2. La confesión de los pecados y la fidelidad de Dios.
«Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y limpiarnos de toda maldad.» (1 Juan 1:9)
Este texto es profundamente consolador. Reconoce la fragilidad humana y, al mismo tiempo, destaca la fidelidad de Dios para restaurarnos.
3. El amor como prueba de la verdadera fe.
«El que dice que está en la luz y aborrece a su hermano está aún en tinieblas.» (1 Juan 2:9)
Aquí se revela el amor como el criterio clave de la vida cristiana. No se puede pretender vivir en la luz si hay odio en el corazón.
«Hijitos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.» (1 Juan 3:18)
El amor genuino se demuestra en acciones concretas, no en meras declaraciones. La fe activa es esencial.
4. Dios es amor.
«El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.» (1 Juan 4:8)
Este versículo resume la esencia del mensaje de Juan. Conocer a Dios implica amar, pues su naturaleza misma es amor.
«En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados.» (1 Juan 4:10)
El amor de Dios es la fuente de todo amor humano. Su entrega en Cristo es el modelo supremo del amor sacrificial.
5. La fe que vence al mundo.
«Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe.» (1 Juan 5:4)
La fe no solo conecta al creyente con Dios, sino que le da poder para superar las pruebas y tentaciones del mundo.
2ª Carta de San Juan
Esta carta, breve pero intensa, es una llamada a la fidelidad en la verdad y al amor como fundamento de la comunidad.
1. La importancia de la verdad.
«El anciano, a la señora elegida y a sus hijos, a quienes yo amo en la verdad, y no solo yo, sino también todos los que han conocido la verdad.» (2 Juan 1:1)
Juan destaca la verdad como el vínculo que une a los creyentes. No se trata de una verdad abstracta, sino de Cristo mismo.
2. El mandamiento del amor.
«Y ahora te ruego, señora, no como si te escribiera un mandamiento nuevo, sino el que hemos tenido desde el principio: que nos amemos unos a otros.» (2 Juan 1:5)
El amor no es un concepto novedoso, sino el corazón del Evangelio desde el principio. Juan recuerda que este amor debe ser vivido constantemente.
3. Advertencia contra los falsos maestros.
«Cualquiera que se extravía y no persevera en la doctrina de Cristo no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ese sí tiene al Padre y al Hijo.» (2 Juan 1:9)
La fidelidad a la enseñanza de Cristo es fundamental. Los falsos maestros ponen en peligro la comunión con Dios y con la comunidad.
3ª Carta de San Juan
La tercera carta es muy personal, abordando cuestiones prácticas de la vida comunitaria.
1. La hospitalidad hacia los hermanos fieles.
«Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos, especialmente a los desconocidos.» (3 Juan 1:5)
Juan elogia la hospitalidad como una expresión concreta de amor cristiano, especialmente hacia aquellos que sirven al Evangelio.
2. El ejemplo de Gayo y la advertencia contra Diótrefes.
«He escrito a la iglesia, pero Diótrefes, al que le gusta tener el primer lugar entre ellos, no nos recibe.» (3 Juan 1:9)
Gayo representa la generosidad y el servicio, mientras que Diótrefes simboliza el egoísmo y la ambición personal, que pueden dañar la comunidad.
3. La imitación del bien.
«Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios; el que hace lo malo no ha visto a Dios.» (3 Juan 1:11)
Juan concluye con un consejo práctico: vivir en santidad es seguir el ejemplo de lo bueno, una manifestación de la unión con Dios.

Estas cartas son un tesoro espiritual, invitando a los creyentes a vivir en amor, verdad y fidelidad, mientras cuidan de la comunidad y se alejan del error.









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