Si no tuvieras miedo, ¿Qué harías hoy?

Le despidieron. La verdad es que había cometido un error, siendo demasiado imprudente con un cliente. El cliente no volvió, y puso una fuerte reclamación a la empresa. Ahora, Juan se encontraba en la calle, casado y con un niño recién nacido. ¿Qué haría? ¿Dónde iría? ¿En qué trabajaría? No se lo esperaba.

Es la historia de un amigo. Pero es la historia de otras muchas personas que cambian de rumbo en la vida, solo Dios sabe por qué. La reflexión que hizo Juan fue sencilla y, a la vez, profunda. Nunca le había gustado su trabajo. Era muy costoso para él tener que dirigirse diariamente a su oficina. Muchas veces soñaba con cambiar de profesión. Pero el miedo le paralizó siempre. ¿Qué pasaría con la hipoteca? ¿Cómo se ganaría la vida? ¿Ahora, qué le dejaría a su hijo? Sin embargo, siempre había pensado en cambiar. Se planteó realmente ¿qué hubiera hecho de su vida de no haber tenido miedo?.

Ahora, después de perderlo todo, buscarse la vida se imponía forzosamente. Así que consideró el cambio, no como la posibilidad de perder algo valioso anteriormente, sino como la oportunidad de ganar mucho más. De manera que invirtió sus ahorros en el negocio de sus sueños. Y, como resultado, recuperó su dinero, su vigor y su vida.

No hay que esperar a que los cambios se nos impongan inevitablemente. Hay que adelantarse. La pregunta fundamental que Juan se hizo es: ¿Qué haría yo hoy si no tuviera miedo?.

Empezamos a cambiar cuando somos capaces de ponernos en manos de Dios, es más cuando nos reírnos de nosotros mismos, de lo que hacemos mal y de nuestra situación pasada o actual, de nuestros miedos. El reírse de uno mismo es una de las terapias más recomendadas en nuestros días, incluso tiene efectos curativos y psicológicos positivos de mejora, probados sobre ciertas obsesiones y miedos (Viktor E. Frankl, con su paradoja intencional, los describe magníficamente).

Nos aferramos a nuestros hábitos porque funcionan más o menos. Si embargo, las viejas convicciones y creencias no nos conducen a una situación mejor. Hay que atreverse a cambiar, incluso en los momentos de éxito y clímax profesional. Y precisamente es en esos instantes cuando más se gana con el cambio. Los místicos llaman a esto cambiar la piel como la serpiente que pasa entre las piedras, hay un momento de aprieto para luego ser una criatura nueva.

Si el repetir el mismo comportamiento lleva a los mismo resultados, y éstos no nos satisfacen, ¿por qué seguimos haciendo lo mismo una y otra vez?.

La vida es muy simple. En cuanto cambia la situación, cambian las oportunidades y, con ellas, cambia la persona. Dios está detrás de los cambios. Nos guía el Espíritu Santo.

Es bueno imaginarse en una situación mejor, pues siempre cabe una situación mejor. Ayuda a que provoquemos los cambios que necesitamos y hace que el cambio tenga más posibilidades de éxito.

Es la profecía que se autocumple. El miedo genera aquello que se teme. Cuanto más se tema el fracaso, más cerca nos encontramos de él. El mayor inhibidor del cambio se localiza en uno mismo. No significa que pensar en el éxito haga que lo obtengamos. Pero nos sitúa en una actitud ventajosa. Hemos recorrido mitad del camino, ahora queda hacerlo posible.

Las cosas no necesitan ser complicadas. Detectar los pequeños cambios nos preparan para el gran cambio. Juan tenía que haber detectado que no le gustaba el trabajo, que no disfrutaba, lo cual es peor aún, que eso repercutía en su rendimiento, en sus resultados profesionales, en su trato personal con los clientes, jefes, compañeros, etc.

La vida es riesgo, un riesgo se hace necesario disfrutar de la aventura. Ahora bien, no todos los temores son malos, pues nos preservan de los peligros verdaderos. Gustar de la aventura no significa estrellarse.

Simplemente el cambio ocurre. En nuestras vidas, en nuestro trabajo, en las organizaciones, en las relaciones personales, en la política, en la economía, en la sociedad. Sólo hay que estar preparado. Para preverlo conviene estar atento continuamente a los signos externos. Cuanto antes nos olvidemos de las situaciones pasadas, antes nos acoplaremos a las nuevas.

La norma primera es : ¡Cambia, muévete!! Sin importar lo que digan. Como le dice Don Quijote a Sancho: “¿Ladran, Sancho? Eso significa que cabalgamos” ¡Disfruta del cambio!.

Sólo existen tres posibilidades: cambiar con el cambio, adaptarse una vez que haya ocurrido o quedarse inmóvil y hundirse como el Titanic (saludando orgullosos, pero al final nos quedamos fríos e inmóviles en el fondo del océano).

Hay personas que se creen con derechos en esta vida y cuando se los quitan, piensan que son víctimas del destino o de la mala fe de los otros o de una conspiración o de lo que fuera, y les echan las culpas a los demás, a la situación o circunstancias. El problema, piensan, se encuentra fuera de ellos, cuando precisamente son ellos el problema.

Pensar que tú eres el problema es el primer paso para darte una oportunidad y encontrar una solución, quizá única, de desarrollo.

¿De qué comportamientos, actitudes o cosas, las que fueren, necesitamos desprendernos y hacia dónde tenemos que seguir avanzando?.

Cambiar puede significar sencillamente tener otra relación en la misma situación o con la misa persona. Siempre tenemos la libertad última de elegir nuestra actitud ante los acontecimientos de la vida.

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