San Francisco de Sales nos invita a vivir con autenticidad nuestra fe, integrándola en cada parte de nuestra vida diaria. Su mensaje es claro: la verdadera devoción no es algo reservado a los monjes, curas o religiosos, sino algo que todos podemos y debemos vivir, independientemente de nuestra situación: estudiantes, profesionales, artistas, padres, o cualquier joven con sueños y desafíos.
La devoción, según él, no consiste en rezar todo el día ni en apartarse del mundo. Se trata más bien de un amor profundo por Dios que transforma lo que hacemos. ¿Te gusta estudiar? Hazlo con amor y agradecimiento a Dios. ¿Te apasiona el arte, la música o los deportes? Conviértelos en formas de expresar lo mejor de ti, reflejando a Dios en lo que haces.
Lo importante no es imitar a otros, sino encontrar tu propia manera de vivir esa relación con Dios en tu contexto. Él lo compara con las abejas: cada una toma el néctar según lo que necesita y produce miel a su manera. Del mismo modo, tú puedes acercarte a Dios según tu personalidad, tus talentos y tu vida cotidiana.
Al final, San Francisco nos da este consejo: la fe no te hace raro ni te aleja de los demás, sino que te hace mejor en lo que ya eres. No importa dónde estés, lo que hagas o quién seas, Dios te llama a vivir con alegría, amor y dedicación. La devoción no es otra cosa que amar a Dios mientras vives plenamente tu vida.
El Don Espiritual del Liderazgo Católico 
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