San Francisco Javier, uno de los primeros jesuitas y gran misionero del siglo XVI, dejó un legado escrito en sus cartas enviadas a compañeros en Europa, especialmente a San Ignacio de Loyola. En ellas, expresa su fervor evangelizador, las dificultades enfrentadas y sus experiencias en la India, Malaca, las Islas Molucas y Japón entre 1542 y 1552. Estas cartas no solo son un testimonio de su misión, sino también una fuente invaluable sobre la expansión del cristianismo en Asia y los desafíos de la evangelización.
1. La Llamada a la Misión
Desde su llegada a Goa en 1542, Francisco Javier expresó en sus cartas la urgencia de llevar el Evangelio a los pueblos de Asia. En una de sus misivas a San Ignacio, escribió:
«Muchas veces me vienen ganas de ir a las universidades de Europa, especialmente a la de París, y de gritar por todas partes como un loco, diciendo a los que tienen más ciencia que voluntad para ejercitarla: ¡Cuántas almas dejan de ir a la gloria y van al infierno por vuestra negligencia!»
Su deseo de movilizar a más misioneros es constante en sus escritos, destacando la falta de obreros para la abundante cosecha de almas que veía en tierras lejanas.
2. Evangelización en la India y las Islas Molucas
Francisco Javier se dedicó a predicar y bautizar en la costa de la India, enfrentando grandes dificultades, como la falta de sacerdotes y el desconocimiento de las lenguas locales. En sus cartas, narra la alegría de convertir a poblaciones enteras y su frustración ante la corrupción de algunos colonos portugueses, quienes, en su opinión, dañaban la imagen del cristianismo.
«A veces he pasado el día entero bautizando y catequizando a niños y adultos, y, aunque el cansancio me venza, el gozo del alma me renueva las fuerzas.»
Sus cartas revelan su amor por los indígenas y su empeño por enseñarles la fe de manera comprensible, adaptándose a sus costumbres sin imponer modelos europeos.
3. Viaje a Japón y su visión de la cultura nipona
En 1549, llegó a Japón, donde enfrentó un desafío aún mayor: la profunda cultura y tradiciones del pueblo nipón. Descubrió que los japoneses eran intelectualmente sofisticados y tenían un gran sentido del honor. Esto lo llevó a adaptar su método evangelizador:
«Los japoneses no creen en nada sin razones, y buscan pruebas para todo lo que se les dice. No aceptan la fe ciegamente, y su espíritu inquisitivo es un gran reto para nosotros.»
A pesar de la dificultad, logró fundar comunidades cristianas en varios puntos del país y comprendió que la conversión de Japón dependía de influir en su élite gobernante.
4. Hacia China: El Sueño No Cumplido
En sus últimas cartas, Francisco Javier manifestaba su deseo de entrar en China, convencido de que la evangelización del Lejano Oriente solo tendría éxito si llegaba a la corte imperial china. Sin embargo, murió en la isla de Sancián en 1552, esperando la oportunidad de entrar al país.
«Me encuentro en esta isla, muy cerca de la gran China, esperando que Dios disponga de mi vida como mejor le parezca. Mi alma suspira por ver a Cristo adorado en esta tierra.»
Su muerte truncó su sueño, pero sus cartas quedaron como testimonio de su pasión misionera y su amor por aquellos a quienes predicó.
Las cartas de San Francisco Javier reflejan el espíritu incansable de un hombre que dedicó su vida a la evangelización. Son testimonio de su entrega, su amor por los pueblos a los que sirvió y su deseo de que más cristianos asumieran el deber de misionar. Sus palabras siguen inspirando hoy a quienes buscan llevar el mensaje de Cristo a todos los rincones del mundo.












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