El abuso de poder político no tiene consecuencias

1. Desaparición del valor de la responsabilidad política

Antiguamente, un error grave, una mentira o un caso de corrupción implicaban dimisiones automáticas, al menos en países con una tradición democrática sólida. Hoy, sin embargo, se ha normalizado una cultura de la impunidad donde:

  • La dimisión se percibe como una derrota.
  • Los partidos protegen a los suyos a toda costa.
  • La opinión pública está tan polarizada que se perdonan los pecados del “propio” bando.

2. Polarización extrema: los míos siempre tienen razón

Vivimos una tribalización política, donde cada partido o bloque ideológico se convierte en una “hinchada” de fútbol:

  • Si los míos roban, se justifica: “los otros lo hicieron peor”.
  • Se intercambia ética por estrategia: “más vale un corrupto de los míos que un honesto de los otros”.
  • Esto convierte la política en un juego de poder sin moral.

3. Control de los medios y manipulación del relato

La narrativa mediática juega un papel clave:

  • Muchos medios se han alineado ideológicamente y actúan como altavoces de sus partidos afines.
  • Se intoxica la información: la culpa siempre es del adversario, aunque los hechos indiquen lo contrario.
  • Las redes sociales fomentan el bulo rápido, emocional e incendiario, no el análisis pausado y objetivo.

4. Desprecio a las instituciones y al Estado de Derecho

Cuando quienes gobiernan ven el poder como un botín a conquistar y no como un servicio, entonces:

  • El uso partidista de las instituciones (fiscales, jueces, tribunales, organismos de control) se vuelve habitual.
  • No hay castigo, porque quienes deben sancionar están presionados, desbordados o politizados.
  • La legalidad se retuerce para justificar el abuso: “es legal, aunque sea indecente”.

5. Ciudadanía anestesiada o resignada

Muchos ciudadanos han dejado de esperar ética de los políticos. Frases como:

  • “Todos son iguales.”
  • “Nada va a cambiar.”
  • “Si me dan lo mío, me da igual lo que hagan.”

Estas actitudes fomentan la normalización de la corrupción y del cinismo político. La exigencia moral desaparece cuando la gente pierde la esperanza de que exista una política limpia.

6. El poder ya no se concibe como servicio, sino como dominación

El político deja de verse como servidor del bien común para convertirse en gestor de intereses de los suyos. Esa lógica lleva a:

  • Buscar enemigos más que acuerdos.
  • Blindarse en el cargo a toda costa.
  • Mentir sin rubor si eso garantiza poder.

CONCLUSIÓN

El abuso de poder ha dejado de tener consecuencias porque vivimos una crisis de verdad, de responsabilidad y de cultura democrática. Y mientras la ciudadanía siga tolerando que “los míos hagan lo que sea con tal de ganar”, no habrá regeneración.

La solución no es solo legal o institucional. Es profundamente moral y educativa: necesitamos una ciudadanía que castigue la mentira, rechace la manipulación y exija honestidad a los suyos, no solo a los otros.

Deja un comentario

Blog de WordPress.com.

Subir ↑