El ateísmo como postura irracional

1. La negación absoluta de Dios no se puede demostrar racionalmente

El ateísmo fuerte o categórico sostiene que “Dios no existe”. Esta afirmación, al ser universal y negativa, incurre en un problema lógico: no puede demostrarse empíricamente. Para negar de forma absoluta la existencia de Dios, habría que tener conocimiento absoluto de toda la realidad —algo que sólo un ser omnisciente tendría. Esta pretensión es autocontradictoria, pues el ateo estaría asumiendo una capacidad de conocimiento que sólo podría tener el Dios cuya existencia niega.

Conclusión: el ateísmo como negación categórica de Dios no es racionalmente demostrable.

2. La contingencia del mundo exige una causa necesaria

Toda la realidad que experimentamos está compuesta por seres contingentes, es decir, que podrían no haber existido y que no tienen en sí mismos la razón de su existencia. Desde Aristóteles hasta Tomás de Aquino, se ha argumentado que esta cadena de causas contingentes no puede continuar indefinidamente: debe haber una Causa Primera necesaria y no contingente, que sea el fundamento del ser. A esa causa se le llama Dios.

El ateísmo ignora o rechaza arbitrariamente la necesidad de un fundamento último, incurriendo así en una postura que no da cuenta del origen del ser.

3. El orden racional del universo sugiere una inteligencia superior

El universo no sólo existe, sino que presenta orden, regularidad, inteligibilidad y leyes naturales constantes, lo que ha permitido el surgimiento de la ciencia. La pregunta no es sólo por qué el universo existe, sino por qué es inteligible. Si el universo fuera fruto del azar ciego, no tendría por qué regirse por principios matemáticos o lógicos comprensibles.

El ateísmo carece de explicación convincente para la racionalidad del universo, mientras que el teísmo afirma que un Dios racional lo ha creado de forma intencional.

4. La conciencia y la moralidad no se explican por el materialismo ateo

La experiencia humana de la conciencia, la libertad interior, y la existencia de una ley moral objetiva (el sentido del bien y el mal), es muy difícil de explicar desde una cosmovisión puramente materialista y atea. Los reduccionismos biológicos o evolucionistas no explican por qué algo es bueno o malo en sí, sino solo cómo se comportan los humanos.

El ateísmo reduce al ser humano a procesos físico-químicos y, al hacerlo, anula la base de la dignidad humana, la responsabilidad moral y la libertad.

5. El deseo natural de trascendencia apunta a una realidad más allá

El ser humano experimenta un deseo profundo de plenitud, de sentido, de amor perfecto y de eternidad. Como decía C.S. Lewis, si en nosotros hay un deseo que nada en este mundo puede satisfacer, la explicación más razonable es que hemos sido hechos para otro mundo.

El ateísmo no sólo niega ese destino, sino que convierte la vida humana en un absurdo cósmico sin sentido final.

6. El ateísmo moderno se apoya más en prejuicios culturales que en argumentos filosóficos

Mucho del ateísmo actual no es el resultado de una búsqueda racional, sino de un rechazo emocional, cultural o político hacia la religión. En muchos casos, el ateo no rechaza a Dios, sino una caricatura de Dios o una religión mal presentada.

Esto convierte al ateísmo en una postura reactiva, no propositiva, más cercana a una ideología que a una conclusión razonada.

Conclusión

El ateísmo, entendido como la negación absoluta de la existencia de Dios, se enfrenta a serios límites racionales, filosóficos y existenciales. No logra explicar adecuadamente:

  • El origen del ser y la contingencia del mundo.
  • El orden inteligible del universo.
  • La conciencia, la libertad y la moral objetiva.
  • El deseo humano de trascendencia y plenitud.

Desde esta perspectiva, el teísmo se presenta como una respuesta más coherente, razonable y completa a las grandes preguntas de la existencia. Por ello, el ateísmo puede considerarse —al menos en su forma radical— como una postura insuficiente y filosóficamente débil, y en muchos casos, irracional.

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