La gloria de Dios es el hombre viviente, y la vida del hombre consiste en ver a Dios

Texto patrístico: San Ireneo de Lyon, Contra las herejías, Libro V, cap. 6-8

“El hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios. La imagen pertenece a su naturaleza racional y libre, y la semejanza consiste en la participación en la gloria de Dios.

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo dijeron: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza’ (Gén 1,26). Por tanto, el hombre fue plasmado con las manos de Dios, es decir, con el Hijo y el Espíritu, para recibir en sí la vida divina. El alma fue insuflada por Dios mismo, de manera que el hombre llegó a ser un ser viviente, dotado de razón, capaz de conocer y amar a su Creador.

Por la desobediencia perdió la semejanza, pero no la imagen. La imagen permanece en todos los hombres, porque el alma es espiritual y libre, aunque el pecado la haya oscurecido. La semejanza, en cambio, se renueva en los que viven según el Espíritu, que los transforma y los hace semejantes al Hijo de Dios.

Así, el hombre espiritual juzga todas las cosas, porque el Espíritu de Dios habita en él y lo hace partícipe de la luz divina. El que vive según la carne, en cambio, pierde su semejanza, pues se aparta de la vida de Dios y se asemeja a lo que es mortal y perecedero.

Cristo, nuevo Adán, ha restaurado en nosotros la semejanza que habíamos perdido. Por Él aprendemos de nuevo a ver al Padre, a ser semejantes a Él y a vivir en la comunión del Espíritu. La gloria de Dios es el hombre viviente, y la vida del hombre consiste en ver a Dios.”


Comentario breve

San Ireneo (siglo II) explica que la imagen de Dios en el hombre es su capacidad de pensar, amar y elegir libremente. Esa imagen nunca desaparece, aunque el pecado la ensucie. Pero la semejanza —la vida en gracia, la amistad con Dios— puede perderse y debe ser restaurada por Cristo.
Por eso, ser imagen y semejanza de Dios no es solo una condición natural, sino también una vocación: estamos llamados a parecernos cada vez más a nuestro Creador amando, sirviendo y viviendo en el Espíritu.


Preguntas de reflexión

  1. Comprensión:
    ¿Qué diferencia establece san Ireneo entre “imagen” y “semejanza” de Dios en el ser humano? Explícalo con tus propias palabras.
  2. Aplicación personal:
    ¿Qué significa para ti que “la gloria de Dios es el hombre viviente”? ¿Cómo puedes vivir de modo que reflejes esa imagen divina en tu día a día?
  3. Redacción tipo cuento:
    Escribe una historia o cuento breve (una página aproximadamente) donde el protagonista descubra que lleva dentro de sí la imagen de Dios.
    Puedes ambientarlo en la escuela, en la naturaleza o en una situación moderna.
    El relato debe mostrar cómo ese personaje se da cuenta de su dignidad, cambia su manera de mirar a los demás y encuentra un sentido nuevo a su vida.

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