Dios en la zona VIP:  la sed de infinito en la era del ruido

Inspirado en un artículo de Víctor Leonore en La Razon, 26/10/2025, Rosalía o cómo Dios brilla en la zona VIP.

Vivimos rodeados de estímulos, pantallas, música, velocidad. Todo está a un clic de distancia, pero algo en el fondo de nosotros permanece insatisfecho. Lo expresó con desarmante sinceridad una de las voces más influyentes del pop actual, Rosalía:

“Tengo un deseo dentro que yo sé que este mundo no lo puede satisfacer. De toda la vida. Una sensación de vacío. Incluso en las relaciones románticas. A veces pones a la pareja en un pedestal. A lo mejor, ese espacio solo Dios lo puede llenar.”

Dicha confesión, pronunciada desde el universo del espectáculo y la fama, revela mucho más que una inquietud personal: es el síntoma de un giro espiritual en la cultura contemporánea. En medio de la saturación de imágenes, likes y dinero, comienza a emerger un anhelo de lo esencial, de lo trascendente.


La espiritualidad en el corazón del espectáculo

Resulta paradójico que sea precisamente en el terreno del pop —símbolo de la superficialidad y del ego— donde hoy resuene la palabra “Dios”. Sin embargo, esa paradoja tiene algo de profético: la luz se abre paso incluso entre los focos del escenario.

En su nuevo álbum Lux, Rosalía aparece vestida de monja y canta temas como Mío Cristo o Reliquia. En una entrevista reciente confesó:

“Siempre me ha interesado la fe, aunque no soy de poner etiquetas. A veces pienso que Dios está en todas partes: en la música, en una mirada, en el silencio.”

Y no es algo nuevo. En su disco Motomami (2022), incluyó la voz de su abuela diciendo:

“Me gusta pensar que en momentos difíciles siempre ayuda muchísimo tener una referencia a Dios. Siempre es la familia en primer lugar y… no, en primer lugar diría que siempre está Dios.”

Esa raíz espiritual familiar, humilde y doméstica, atraviesa su obra. Rosalía ha reconocido que le atrae la vida sencilla de las religiosas, “una vida más simple, pero llena de complejidad”, y que las monjas le parecen “ciudadanas celestiales”.


Una generación que vuelve su mirada al cielo

No se trata de una tendencia estética, sino de una corriente interior que atraviesa distintas biografías. La escritora Ana Iris Simón, por ejemplo, cuenta que parte de su rebeldía juvenil consistió en volver a misa:

“Empecé a ir a misa como quien hace algo transgresor. Había más libertad en una iglesia de pueblo que en muchos espacios que se dicen progresistas.”

En el mundo del reguetón, Karol G —otra de las grandes divas globales— protagonizó un momento histórico al cantar en la Plaza de San Pedro del Vaticano. Después declaró emocionada:

“Ese fue el momento más sublime de mi carrera. Sentí que estaba donde debía estar, agradeciendo a Dios por todo lo vivido.”

Estas experiencias apuntan a un mismo fenómeno: la espiritualidad se ha vuelto contracultural. En una época dominada por el cinismo y el ruido, hablar de fe, gratitud o silencio resulta revolucionario.


Byung-Chul Han y la crisis de la atención

El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, premio Príncipe de Asturias 2025, ha descrito magistralmente el contexto de este renacer espiritual. En su ensayo Sobre Dios. Pensar con Simone Weil afirma:

“No es Dios quien ha muerto, sino el ser humano al que Dios se revelaba. La distracción constante ha bastado para expulsar a Dios del mundo.”

Vivimos, dice Han, en una sociedad del cansancio, donde la autoexplotación y el exceso de estímulos nos impiden detenernos. Y añade:

“Si no nos distrajéramos, estaríamos con Dios.”

Esta idea conecta directamente con lo que confiesan artistas como Rosalía: la incapacidad de encontrar plenitud en el éxito, la necesidad de volver al silencio y al misterio. La espiritualidad, en este contexto, no es una huida del mundo, sino una forma de resistencia al ruido.


La búsqueda espiritual como liderazgo interior

Desde la mirada del liderazgo y el coaching, esta tendencia tiene una lectura poderosa. La sensación de vacío que expresan estos artistas es también la de muchos profesionales, docentes o líderes que viven bajo presión constante.

El liderazgo auténtico no nace del control ni del brillo exterior, sino de la coherencia interior. Y esa coherencia se cultiva en el silencio. Sin interioridad, las decisiones se vuelven automáticas; sin atención, el liderazgo se convierte en ruido organizado.

Reconocer el propio vacío, como hace Rosalía, no es debilidad, sino punto de partida. Solo quien se atreve a mirar su carencia puede abrirse al sentido. Como escribió la filósofa Simone Weil:

“En el vacío que deja la ausencia de Dios es donde mejor se puede explicar su presencia.”

Esa paradoja mística —la plenitud que nace del vacío— es también el corazón de todo proceso de crecimiento personal.


De la ironía al asombro

Durante años, la cultura popular trató los símbolos religiosos con ironía o con distancia. Hoy, en cambio, emerge una espiritualidad más sincera, más experiencial que doctrinal. Ya no se trata de jugar con lo sagrado, sino de buscarlo.

La artista catalana lo resume en una frase:

“Dios puede estar en cualquier lugar. Hasta en una pista de baile.”

Ese reconocimiento de lo divino en lo cotidiano recuerda la intuición franciscana de que toda la creación es un lugar de encuentro con Dios. Lo sagrado no se esconde, solo necesita miradas limpias.


El regreso de lo sagrado

La paradoja de “Dios en la zona VIP” revela que lo divino no desaparece: cambia de escenario. Puede manifestarse en una catedral o en un festival, en una clase, en un trabajo, en una conversación o en una canción.

Como escribió Byung-Chul Han:

“Dios no es una idea. Es una experiencia de atención.”

Y en ese sentido, detenerse, escuchar, mirar y agradecer son los nuevos gestos de una espiritualidad postmoderna.

Quizá por eso, en medio de la cultura del exceso, resuena con tanta fuerza la confesión de Rosalía:

“A lo mejor, ese espacio solo Dios lo puede llenar.”


Conclusión: la sed que nos hace humanos

El arte, la filosofía y el liderazgo comparten la misma raíz: la búsqueda de sentido. Cuando esa búsqueda se apaga, todo lo demás se vacía: el trabajo, el éxito, las relaciones, la vida.

Por eso, el retorno de lo sagrado no es un retroceso, sino un acto de salud interior. No se trata de imponer creencias, sino de recordar que sin profundidad no hay plenitud.

La nueva espiritualidad que brota en medio del ruido es una invitación a vivir con hondura, a cultivar el silencio, a volver a mirar el mundo con asombro.

Porque al final, el brillo verdadero no viene de los focos, sino de la luz interior.
Y esa luz —como sospecha Rosalía, como intuyó Weil, como razona Han— tiene un nombre que el alma nunca olvida: Dios.

https://www.larazon.es/cultura/rosalia-byung-chulhan-como-dios-brilla-zona-vip_2025102668fddc54abed5e585bce7a72.html

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