Cuando Elías llegó al monte se refugió en una gruta, y le dijo Dios: «El Señor va a pasar». Primero se desencadenó un viento huracanado que agrietaba los montes y rompía los peñascos y Elías pensó que no lo contaba; después un terremoto y creyó que perecía; después sobrevino un fuego devorador y Elías se vio sumergido en el infierno, lejos de Dios. Está claro que en ninguno de los tres elementos estaba el Señor. Cuando pasó la terrible prueba «se escuchó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto. Oyó una voz que le decía: ¿Qué haces aquí, Elías?»:
-«Me consume el celo por el Señor y por eso me buscan para matarme» (1 Reyes 19, 9 ss).
El Señor no estaba ni en el huracán, ni en el terremoto ni en el fuego, sino en la brisa. La ira del hombre no produce la rectitud que él quiere (St 1,21). En la quietud el hombre encuentra su centro si escucha con atención.
Deja una respuesta