El Papa Francisco ha escrito una carta Scripturae Sacrae Affectus (Estima por la Sagrada Escritura) el día de San Jerónimo en la que habla de cómo este Santo Padre, Doctor de la Iglesia, consumió su vida por un proyecto fundamental, el estudio y la traducción del hebreo de las Sagradas Escrituras para que estuvieran a disposición de todo el mundo ya en los años 400, siglo V d. C.
También el Papa Benedicto XVI dio dos catequesis sobre esta figura imponente de la historia. Las reproducimos abajo.
Liderar bíblicamente.
En primer lugar san Jerónimo eligió vivir en Belén, centro de la vida del Maestro, y eligió vivir en una cueva, de eremita, en soledad, como forma de vida en intimidad y encuentro con Dios a través de la contemplación y de las pruebas interiores y exteriores, del combate espiritual, llegando a conocer la fragilidad humana, teniendo mayor conciencia de los límites propios.

Poniéndose a la escucha se encontró a sí mismo en las Escrituras, y encontró a su vez el rostro de Dios y de los hermanos, pasando de eremita a la vida comunitaria.
La lectura de la Sagrada Escritura, no era deleite para él, centrado en sí mismo egoístamente, sino que era un ejercicio espiritual, un medio de llegar a Dios y realizar un servicio maduro a la comunidad eclesial. Esto es liderazgo bíblico. Influir en los cristianos de su época y posteriores para que encuentren a Cristo en su Palabra viva.

«La palabra del cristiano está inspirada por la lectura de las Escrituras. No quiero declamadores, ni deslenguados, ni charlatanes, sino conocedores del misterio e instruidos en los designios de Dios. Hablar con florituras o precipitadamente para suscitar admiración ante el pueblo, es cosa de incultos. El hombre de frente altanera se lanza con frecuencia a interpretar lo que ignora, y si logra convencer a los demás, se arroga para sí mismo el saber y el mérito.»
«Para estudiar los Santos Libros nunca he confiado en mis fuerzas ni he tenido como maestra mi propia opinión, sino que he solido preguntar incluso sobre las cosas que creía saber, cuánto más sobre las que dudaba.»
La traducción es un esfuerzo de la comunidad para la comunidad. De manera que las instituciones culturales de la Iglesia son lugares en donde el saber se vuelve servicio, pues sin cooperación ni colaboración no hay desarrollo humano genuino integral. La Biblia ha sido escrita por el pueblo de Dios para el pueblo de Dios bajo la inspiración del Espíritu Santo. Hay que leerla en comunión.
«Dichoso aquel que tiene a Belén en su corazón, y en cuyo corazón Cristo nace a diario.»
El estudio y el saber solo es válido religiosamente si está fundado en el amor exclusivo a Dios, y expoliado de toda ambición humana y aspiración mundana.
Todos los Padres y Doctores de la antigüedad obtuvieron explícitamente de la Biblia el contenido de sus enseñanzas. «Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo.»
El Antiguo Testamento es indispensable para penetrar en la verdad y la riqueza de Jesucristo, por tanto debe ser leído y asimilado como alimento precioso.
El estudio de las Sagradas Escrituras debe empaparse de obediencia, escucha reverente e investigación personal. Y aún así las páginas bíblicas no siempre son accesibles de inmediato. Cristo, el Señor, es el único capaz de desatar los sellos y abrir el libro, es necesario, por tanto, la mediación de un intérprete. Como hizo Felipe de intérprete del texto de Isaías al eunuco «¿Cómo voy a entender si nadie me lo explica?» (Hechos 8, 30-31)
Jerónimo es nuestro guía también. La Biblia es el alma de la teología, la columna vertebral de la espiritualidad y de la práctica religiosa cristiana, es indispensable. Debemos formarnos todos los cristianos para que todos nosotros seamos capaces de abrir el Libro Sagrado y extraer los frutos inestimables de sabiduría, esperanza y vida.
«Yo pienso que el Evangelio es el Cuerpo de Cristo. Cristo dice: quien come mi cuerpo y bebe mi sangre, no solo se refiere al misterio eucarístico, sino también es la Palabra de Dios, la Escritura, la enseñanza de Dios.» San Jerónimo.
La Europa medieval oró, leyó y razonó en las páginas de la Biblia traducidas por San Jerónimo y así creó una cultura, un lenguaje popular y un arte cristiano de gran belleza y devoción.
Con la traducción al latín de la Biblia, San Jerónimo inculturizó la Palabra de Dios a una época determinada y se convirtió en el paradigma permanente de la misión de la Iglesia. Necesita ser traducida constantemente para ser enriquecida según el momento y la cultura de cada generación y entenderla mejor.
Por la lectura asidua y la meditación constante, San Jerónimo había hecho de su corazón una biblioteca de Cristo. No descansaba ni de día ni de noche, siempre estaba en los libros. Hoy tenemos un problema de ignorancia bíblica tremendo. San Jerónimo vio la perla preciosa de la Escritura y lo vendió todo para dedicarse a ella.
«Lee a menudo la Biblia, mejor aún, que nunca el texto Sagrado se te caiga de las manos.» San Jerónimo.
Benedicto XVI Catequesis 1ª sobre San Jerónimo