Dime qué serie ves y te diré quién eres. Parece un tanto exagerada la reformulación del viejo refrán, pero que levante la mano el que en la actualidad no esté viendo ninguna serie. El consumo entre nuestros alumnos universitarios es masivo. Y no es una cuestión solo de jóvenes, la fiebre por las series se ha disparado, al tiempo que los consumos de los medios de comunicación tradicionales, en el mejor de los casos, se han modificado notablemente. Estamos en la cultura del fragmento.
Dice Juan Manuel de Prada que las series se han convertido en el libro de los que no leen. No deja de ser una frase provocadora, pero no le falta parte de razón. Empezamos a creer mayoritariamente que nada sustituye a una buena serie y lo cierto es que su consumo masivo ha sustituido a otras actividades. Según los informes más recientes del Observatorio de las Series (www.elobservatoriodelasseries.es), el 86,2% de los españoles ve series y lo hacemos en lugar de ver otros programas de televisión (34,5%), leer libros (30,4%). Para algunos incluso, ver series ha sustituido a esa actividad peculiar que consiste en no hacer nada (26%).
En este libro, el recorrido por asuntos tan decisivos como la vida, la muerte, la familia, la vocación o la presencia del bien y del mal en nuestras vidas, lo hemos transitado pensando en nuestros alumnos universitarios, que cursan en diferentes Grados, asignaturas humanísticas como Antropología y Ética. Hijos de la posmodernidad como son, cada vez consumen más series y cada vez lo hacen de manera más compulsiva y en entregas más breves. Con la expresión inglesa binge-watching, hacemos referencia al atracón o maratón de series; ese empezar, engancharse y no poder parar, como el comer y el rascar. El sustantivo inglés significa por sí mismo un acto de consumo excesivo o compulsivo. Quién más, quién menos lo ha hecho ya con su serie favorita, o ha sentido la tentación de quedarse hasta las tantas para terminarse la serie de un tirón. No es sencillo trabajar así una cierta contemplación, el enorme y necesario valor de la espera, o el conocido término medio aristotélico para evitar por exceso o por defecto caer por la ladera de los vicios, en este caso en forma de adicción audiovisual. Devorar o saborear, he aquí el gran dilema (Neira, 2020:67).
Dice el cineasta francés Jean Luc Godard que cada posición de la cámara es una posición moral. Así es. Por eso queremos ayudar con esta propuesta en diferentes sentidos y con diferentes objetivos:
• Aprender a mirar la realidad de forma integral, saliendo del propio ombligo y llegando al corazón de la realidad que nos envuelve; entender, de
esta manera, que estar en el mundo es comprenderlo (Marín, 2019: 26) y que, comprenderlo hoy, pasa, paradójicamente y en buena medida, por comprender las series de ficción.
• Analizar en qué medida esas series son espejo de lo real, deformación intencionada de lo real (para ser usadas como palanca de la ingeniería social), o ventanas abiertas al mundo, que partiendo de lo real permiten al espectador oxigenarse, crecer con ellas, y convertirse casi en un personaje más.
• Sentirse interpelado por esa realidad que se nos muestra y actuar en consecuencia, con el horizonte ético que supone la tarea de ser cada día mejor (Agejas, 2007).
• Desvelar esas intenciones de otros (aquellos que nos cuentan las historias audiovisuales en serie).
• Trabajar, en este caso los alumnos, la propia intención y la relación que ha de existir entre verdad, veracidad y relato para no sucumbir en el pozo de la posverdad, que equivale a una forma de supremacía ideológica, con la que tratan de obligarnos a creer en algo, tanto si existe.

Aquí la Introducción completa del libro.
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