Dos virtudes de Jesucristo: Oración y Actividad

Oración

En nosotros la oración parte a la vez de muestra contingencia y de nuestra vocación al amor. En Cristo, la oración es fruto del amor. Sorprende en la vida de Cristo la abundancia de ocasiones y textos en los que el Señor ora.

La oración de Cristo. Datos generales. La oración como diálogo que lleva a la entrega está presente desde la Encarnación: Ora desde el mismísimo principio de su misión. Es decir, la empieza con la oración: «Al entrar en el mundo dijo: «No quisiste sacrificio ni oblación, pero me preparaste un cuerpo. En holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaste». Entonces dije: «mira, aquí estoy para hacer, oh Dios, tu voluntad»» (Heb 10,5-6).

Cristo niño ora como lo vemos en el misterio del niño perdido y hallado en el templo: «Es preciso que me ocupe de las cosas de mi Padre» (Lc 2,49). La oración de Cristo tiene su base en su conciencia filial. Cristo es el Hijo de Dios. Por eso conoce al Padre. Los textos son muchos: «A Dios nadie lo ha visto nunca; el Dios Hijo Unigénito, el que está en el seno del Padre, ese lo reveló» (Jn 1,18).

«Todo me fue entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre lo conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo» (Mt 11,27).

«Yo no estoy solo sino yo y el Padre que me envió» (Jn 8,16).

«Yo y el Padre somos una sola cosa» (Jn 10,30)

«Yo sé que siempre me escuchas» (Jn 11,42).

Jesucristo busca momentos y lugares para hacer oración. Sobrecoge leer el evangelio de san Lucas y constatar las numerosas ocasiones en las que aparece Jesús rezando: (Lc 4,42; 6,12; 9,18; 9,28; 10,21; 11,1) En los otros sinópticos, las decisiones importantes de Jesús van precedidas por la oración. No es extraño que pase las noches en oración, e incluso que se retire un día (al Tabor) con sus discípulos predilectos para orar.

Cristo ora también en la Cruz, donde recita el salmo 21: «Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado» (Mt 27,46).

Cristo en su vida ora con los salmos, como todo israelita. Es más, en él se cumplen los salmos.

Cristo como sujeto que ora. Algunas características de la oración de Cristo.

  1. Oración de alabanza. Después de volver de predicar los discípulos, «viendo los resultados» Jesús se llena de alegría y exclama: «En aquella hora se estremeció de gozo por la acción del Espíritu Santo y dijo: «Te alabo, Padre, Señor de Cielo y tierra….»» (Le 10,21). Hay que notar que la palabra alegría, gozo, dicha, es la más repetida en el contexto de estos versículos.
  2. Oración de petición. Jesucristo aparece en íntima unión con el Padre en los evangelios. La fe de la Iglesia está expresada de manera muy precisa en el Credo. Jesucristo por ser igual al Padre actúa en primera persona en los Evangelios. En un caso, la resurrección d Lázaro, que va acompañada por la oración de petición, Jesucristo da la razón: «para que crean que me has enviado» (Jn 11,41). Pero por ser Hijo, también ora al Padre con oración de petición en lo pertinente a su misión. La oración de petición llega en Getsemaní a la intensidad del derramamiento de sangre: sudó sangre. La oración en el huerto es oración perseverante y de aceptación de la voluntad de Dios. Otro lugar donde aparece la oración de petición es en la oración sacerdotal (Jn 17) que merecería un libro entero. Esta oración empieza con la petición de glorificación del Hijo, glorificación que consiste en «ser alzado sobre la tierra». Luego la oración de petición cada vez se dilata más: de Cristo a los discípulos, de éstos a todos los creyentes de toda época, y finalmente a todo el mundo. La oración de petición partiendo del Corazón de Cristo quiere abarcarlo todo. Aparece el cariño que Cristo tiene a sus apóstoles al dejarlos solos, y cómo se los encomienda al Padre. Para que no se queden huérfanos, Cristo ora al Padre para que envíe el Espíritu Santo: «yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros eternamente: el Espíritu de la Verdad …. No os dejaré huérfanos; volveré a vosotros…… Aquel día conoceréis que yo estoy en el Padre y vosotros en mí y yo en vosotros» (Jn 14,16-20) A los discípulos, Jesús invita a vivir como hijos, con confianza filial y abandono en la providencia: De aquí vienen las siete peticiones del padre nuestro. Y el Señor recomienda orar con confianza: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá; pues todo el que pide recibe, y el que busca encuentra, y al que llama se le abrirá.» (Mt 7,7).
  3. Oración de acción de gracias. Dado su ser filial, esta faceta no podía estar ausente. Precisamente con una acción de gracias empieza la oración que Jesús hace antes de la resurrección de Lázaro. También el texto ya citado de Mt 11,25. Consta también en la última Cena: «Y cogiendo una copa, rezó la acción de gracias y dijo: Tomadlo y repartidlo entre vosotros» (Lc 22,17). El empezar la oración con una acción de gracias es indicativo de la confianza total de Cristo en el Padre, y debe ser característica de nuestra oración de petición.

Cristo como aquél a quien se ora.

  1. El Corazón de Cristo grita desde la cruz: «Tengo sed» (Jn 19,28). En diversos pasajes de Juan aparece la sed que Cristo tiene del amor del hombre: la samaritana, a la que Jesús dice: “dame de beber»(Jn 4, 7), sería el prototipo. Citando al catecismo (n 2560), «Jesús tiene sed, su petición llega desde las profundadas de Dios que nos desea. La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él (cf San Agustín)».
  2. En diversos lugares del Evangelio aparece Cristo como aquél a quien el hombre profundamente necesitado se dirige en su oración. Nos basta recordar las diversas curaciones que Jesús hace desde el inicio de su vida pública. Estos puntos los recoge el catecismo en el no. 2616.

Características de la oración del cristiano.

La oración no es una obligación, sino una necesidad del hombre. La oración del cristiano ha de ser como la de Cristo. En palabras de san Agustín, «Cristo ora por nosotros como sacerdote, ora en nosotros como nuestra cabeza, a él se dirige nuestra oración como nuestro Dios».

El Catecismo enumera y desarrolla las siguientes: 1) La bendición y la adoración. 2) Oración de petición. 3) Oración de intercesión 4) Oración de acción de gracias 5) Oración de alabanza.

Actividad de Cristo.

Acción y contemplación se dan a la vez en Cristo. Los evangelios relatan una actividad enorme de Jesús al principio de su vida pública, actividad que a lo largo de ésta va disminuyendo. Cristo no deja que la acción se coma a la contemplación. En algunas ocasiones, pone límites a la acción y busca la soledad para orar: «después de haberlos despedido se fue a un monte a orar» (Mc 6,46).

Características de la acción de Cristo.

  1. Brota de su corazón donde mora el Espíritu Santo. La acción de Cristo es consecuencia de su oración, dado que ésta brota de su ser. En el evangelio de Lucas, aparece Jesús movido por el Espíritu Santo en numerosas ocasiones: «… en el desierto era conducido bajo la acción del Espíritu» (Le 4,1). » Volvió a Galilea, con la fuerza del Espíritu …» (Lc 4,14) «El Espíritu del Señor sobre mí porque me ungió; me ha enviado a evangelizar a los pobres …» (Lc 4,18). El Espíritu Santo produce alegría: «Lleno de gozo per el Espíritu Santo»
  2. Es incesante. A una cultura dominada por la idea del ocio, una sociedad del bienestar, sorprende la actividad de Cristo al principio de su ministerio. Una mirada a cualquiera de los sinópticos nos presenta a un Cristo apenas descansa porque no lo necesita. Un Cristo que no tiene tiempo para comer, que no se reserva para si un solo minuto de su existencia. En esta actividad enorme se encuentran detalles conmovedores de la relación de amistad de Jesús con sus discípulos. Descansos, momentos de intimidad a la orilla del lago, excursiones juntos … Cristo vive una gran actividad sin caer en lo que hoy se llama stress. Tampoco su actividad le aleja del hombre. Esto lo vemos en el largo tiempo que le dedica a Nicodemo, p. ej. En el evangelio de Juan.
  3. La acción de Cristo va siempre orientada hacia el hombre, dándose una vez el caso -antes de la multiplicación de los panes en Mc 6- que Cristo renuncia a un «retiro» para dar de comer -espiritual y materialmente- a la multitud. De ahí las curaciones, predicaciones, es decir, toda la revelación, tiene como objeto la salvación del hombre. Por eso, el Señor no tiene reparos en hacerse el encontradizo, «tenía que pasar por allí» (Lc 19,4; Jn 1,35).

Se aconseja leer la parte 4 del catecismo dedicada a la oración. También es aconsejable leer la Contemplación para alcanzar amor de los ejercicios espirituales de San Ignacio. Un buen comentario a los salmos es «Laudes con el Papa», publicado por la BAC, donde se recogen las catequesis de Juan Pablo II sobre los salmos de Laudes.

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